martes, 29 de agosto de 2006

NOA : Episodio 3

Jueves 3 de agosto

Nuestro primer punto en Tilcara era el Pucará. Dicha expresión significa "fortaleza". Es eso lo que supo ser en su tiempo. Los Pucará eran construcciones en lo más alto de los cerros y/o montañas desde los cuales los aborígenes tenían un dominio visual de sus alrededores, con lo cual, se mantenían alertas ante los posibles ataques de grupos enemigos. Allí tenían sus casas, sus altares, sus iglesias, sus lugares de recreación, sus corrales, etc. Todo aquello de lo cual constaba su grupo étnico. El Pucará de Tilcara, fue restaurado totalmente por dos arqueólogos, Juan B. Ambrosetti (1865-1917) y Salvador Debenedetti (1884-1930). Un monolito ubicado en lo más alto del Pucará esboza sus nombres y dice "De entre las cenizas milenarias de un pueblo muerto, exhumaron las culturas aborígenes dando eco al silencio". Es interesante verlo. Más allá de que la primera vez que lo visité me parecieron un montón de piedras con algún tipo de importancia, a través del tiempo pude ver cuál era dicho significado y lo pude disfrutar cada vez más. Además, en ésta ocasión tuve la chance de realizar mis habituales abstracciones, y contemplar el silencio de la zona, algo así como unos treinta purificadores minutos de mirada al horizonte, y sus alrededores. Mucha pureza junta. Mucho sentimiento inigualable. Lo disfruté mucho. Estuvimos con un guía que comentó muchas aristas interesantes de la época, y también dijo muchas veces "digamos", lo cual me perturbó bastante. Si hay algo importante en un guía además de los conceptos, es la dialéctica. Antes de entrar al Pucará (me olvidé de comentarlo), busqué en la entrada el encuentro que ya había sucedido en 2005. Resumo brevemente la historia. En mi primer viaje a la zona en 2001, el colegio nos hospedó en el Hotel del Turismo, en el centro del pueblo. Por ese entonces, el hotel contaba con una maletera, por llamarla de alguna manera. Esa pequeña era Liliana. Liliana cargaba los bolsos de un lado para el otro, corría, venía y jugaba al fútbol con nosotros, se divertía a la par nuestra. Tendría para ese momento nuestra misma edad (15-16 años) si no era algún año más
chica.
El año pasado, cuando llegué a la entrada del Pucará... la vi. Me pareció conocida en un primer momento. No pude resistir la tentación de preguntarle si era quién yo creía que era. Asi fue que me acerqué y luego de saludarla le pregunté si ella no trabajaba en 2001 en el Hotel. Así llegó la confirmación de que Liliana ahora era guía en el Pucará. Lo cual me alegró mucho en ese momento. Me saqué una foto con ella y entré al lugar pensando en esa situación que me dio vuelta todo el día en la cabeza, y traje conmigo al volver de Jujuy. Este año se repitió.

Al llegar a la entrada Liliana volvía a estar ahí parada. Yo estaba esperando al resto del grupo, con lo cual, repetí la situación. Me acerqué y la llamé por su nombre. Me miró muy raro. Casi tanto como el año pasado. Le volví a recordar toda la historia y allí dibujó su sonrisa. Lo primero que hizo fue reclamarme la foto! Entonces nos sacamos otra y le prometí que la dejaría en el colegio para que se la hicieran llegar. Me dijo que la iba a ir a buscar en persona, ya que la llevaban a conocer Puerto Iguazú este mes, lo cual también me alegró. Asi que, de no fallarme los cálculos, se estará encontrando con la foto en estos días. Ojalá le produzca alegría.
En fin, almorzamos una alta pizza a la parrilla, gentileza de Guille. Un poco de batucada de mediodía, y preparamos las cosas para ir hasta la Garganta del Diablo (Cuántas Gargantas del Diablo hay en éste país? Yo ya estuve en tres y contando [Cataratas, Salta, y ahora Jujuy] ).
Me ofrecí a ir al frente del grupo, porque iba Andrés sólo. Me dio el ok asi que encabecé a la troupe en ésta oportunidad. Un honor para mí. Al principio iba con Naty y Ceci a mis espaldas. Pero el aire escatimaba, asi que quedé sólo adelante, en el medio del paisaje. Al rato apareció el Pelado que venía corriendo subiendo la cuesta. Y así encaramos los dos hasta el cartel que indicaba la zona por la cual se llegaba a la garganta. Este fue otro lugar (insólito) para reencuentros. Había una 4x4 con una parejita y un guía identificado con una remera de alguna empresa de turismo de la zona. Era Walter. Walter el año pasado nos llevó a las Salinas. De hecho, está la anécdota contada en este mismo blog. Del 18/7/2005 (http://lucavive.blogspot.com/2006/07/primeros-dos-das-norte-05.html). Así es que me acerqué y le dije: "Walter!". Por segunda vez en el mismo día me miraron raro. Me dijo "Si?". Ahi le expliqué la situación y dijo haberse acordado de mi. Hasta me recordó que tenía una foto nuestra del año pasado. Lo cual es cierto. Tenía una buena foto mía y otros chicos en la Selva de Yungas, la cual nunca envió por mail. En fin, luego de despedirme de Walter, proseguí con el Pelado hasta abajo. En el final del camino nos esperaban para hacer un buen rappel de 25 m.
La vista del cañon donde nos proponían éste deporte era un poco impactante. Realmente me impuso un poco de respeto al principio. Pero después de dejar atrás eso, y ver cómo otros se sumaban a la bajada, terminé siguiendo ese camino. Estuvo muy groso. De los que hice en mi vida fue el mejor, sin dudas. Digamos que pude mejorar un poco mi técnica e incorporar los saltos, je. Retornábamos al pueblo con el atardecer. Era un largo camino y la noche nos sorprendía cuando estábamos a punto de volver. Antes de partir, una danza fue muy apropiada para despedir el excelente día. Con linterna en mano por algún imprevisto, y en fila prolija, emprendimos el camino. Llegamos tranquilos, luego de contar historias en el camino, y yo particularmente, luego de tener unas charlas metafísicas con otros caminantes. Como el día siguiente era libre, yo propuse a algunos ir a La Quiaca y a Yavi. Era una idea que tenía pendiente hace tiempo, y me había propuesto llevarla a cabo. Como broche de oro, pensaba cruzar a Bolivia, si la duración del día lo permitía. De ésta manera, una vez en Tilcara, los 15 o 16 que iríamos el viernes para esos pagos fuimos a la terminal a sacar los pasajes. Para nuestra hermosa sorpresa, para poder aprovechar el día, embarcaríamos a las 4:30 AM. Sí, leíste bien. Antes del amanecer estaríamos tomando el micro que nos depositaría en la ciudad más boreal de nuestro país. Punto limítrofe con los hermanos bolivianos. Después de cenar, si no me falla la memoria, fuimos hasta una suerte de peña en la otra punta del pueblo. Era medio antro la entrada, pero una vez adentro era más amena. Había mucha gente, y había mucho sueño. Estabamos un toque liquidados. Asi que tomamos algo, y al rato nos volvimos.

Viernes 4 de agosto

4:30. Arriba. La puta madre, qué temprano. Pero bueno, hay ganas, y hay voluntad. Creo que en mis 2 años y medio de laburo me levanté tan rápido y tan predispuesto para salir de la cama. En fin, será porque durante el año al levantarme me espera el subte lleno de gente, y en esta oportunidad, la plena Puna. Era una mañana un poco fría. Y teníamos poco sueño encima. Caminamos hasta la terminal, y empezó nuestra espera. No sería muy prolongada. Teníamos el dato que quizás tuvieramos que viajar parados. Nadie tenía asiento asegurado. Salvo una de nuestras astutas compañeras. Vimos llegar a la gallega con un embarazo de 5 meses. De un día para el otro tenía panza prominente. La yegua se había puesto un almohadón en el vientre, para simular un embarazo y que algún nativo desprevenido le cediera el asiento. Qué hija de puta! Había que tener ganas de llevar un almohadón a cuestas todo el día eh. Hasta bautizada la tenía! Por las dudas de que le preguntaran qué estaba esperando.
Llegó el micro y apenas subimos, planchamos. Las 3 hs que nos separaban de La Quiaca, previa parada de carga en Abra Pampa, fueron de sueño. Llegamos a la ciudad de destino, compramos los pasajes de vuelta y nos fuimos a desayunar. Café con Leche/Te con tortas fritas "Todo por 0,80". $1,60 más una poesía gratis era un buen desayuno. Una señora entonó una poesía en referente a las madres kollas. Muy buena. Casi lagrimea del fervor en la entonación. Al salir de ahi, buscabamos transporte a Yavi. Por $2 c/u, un sujeto nos llevó en su Traffic hasta nuestro destino. Hicimos esos 20 km rápidamente y empezamos a caminar por el pueblito. Está habitado por 70 personas y su principal atractivo es la Iglesia. Completamente revestida en oro, data del siglo XV o XVI. Es muy pintoresca realmente, al igual que el mismísimo Yavi. Al par de horas de haberlo recorrido, volvíamos a La Quiaca, con el mismo vago de la Traffic. Y Bolivia nos esperaba. El paraíso comercial, Villazón, como cualquier otra ciudad de frontera, con precios accesibles y mercaderías clandestinas (todo legal eh). Cruzamos la frontera previo chequeo de documentos, y estuvimos dando vueltas mercantiles durante un par de horas. Después de un rato entramos a comer en un "restaurant" tipo Once, en el cual le entramos a un pollo con papas y arroz. Lo sorprendente fue ver un plasma de muchisimas pulgadas en un lugar de éste estilo. Pero bueno, después de eso, ya no me sorprende ninguno de los contrastes que había visto previamente en la zona. Todos compramos un par de cosas. Pero había que volver a nuestra tierra. Y pasar el control. Andrés había comprado una juguera y no se qué otro artefacto, sin saber que todo lo que tiene motor, tiene que ser registrado en la aduana. Así, debía hacer una fila de aproximadamente hora y media (según los cálculos del gendarme), cuando teníamos que abandonar La Quiaca en 30 minutos. 100% Argento, acudió a las famosas "pasadoras" de mercadería. Les tiro un 5 y sin saber si las volvería a ver, pasó la frontera desprovisto de sus bolsas. Las cholas cruzaron el río (que en ésta época está seco) y le entregaron fielmente sus mercaderías. Así fue que llegamos a la terminal, y volvimos a Tilcara en tiempo y forma. Cenamos contando nuestra aventura del día (los demás habían ido a unas cuevas, que también parecían interesantes) y finalizamos la noche en la Peña del Club Terry. Bailando hasta tarde y despidiéndonos de Tilcara.

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