viernes, 14 de agosto de 2009

El acercamiento a la indignación


Estaba chequeando una serie de diarios que suelo husmear a través de la web, ya que me parece interesante la diferencia en el tratamiento de lo que conocemos como información en las distintas inclinaciones mediáticas, cuando me topé con algo que llamó seriamente mi atención.

Uno de éstos diarios publica una encuesta hacia sus lectores dónde los invita a opinar sobre una propuesta en la que un Concejal Santafesino aparentemente se muestra a favor de "pegarle cintazos a los menores que roban". Sorprendido por la noticia que no había leído previamente, vi aumentada mi apertura de ojos en vertical por la respuesta de la gente, habitué de dicho portal de noticias (ahora que lo pienso no se por qué me sorprendí tanto a fin de cuentas). Sobre un total de aproximadamente 8 mil personas que contestaron entre "Inaceptable/Exagerada/Entendible/Correcta"; ésta última opción había sido elegida por el 55 por ciento de los votantes.

No pude evitar hacerme unas breves preguntas que dejo a consideración.

1) Cómo es posible que un funcionario, mentor de leyes y propuestas en pos del bienestar y el progreso de una ciudadanía, sugiera algo de éste estilo? Qué tiene en la cabeza?

2) Cómo (aún más) es posible que la gente avale una práctica de ésta naturaleza?

3) Soy el único que aún confía en otros métodos? Algo llamado educación?

Estoy indignado.

martes, 11 de agosto de 2009

El cliente NO siempre tiene la razón


Siempre defenderé con tenacidad esa afirmación. Me niego a darle la razón al cliente cuando no la tiene; y más aún cuando se ampara en su cualidad para creer que todo lo que dice es cierto y debe ser cumplido al pie de la letra. Es insultante cuando se plantan con soberbia y someten al empleado. Quién creen que les dio esa potestad?

Es tan enfermizo un cliente obstinado como una vieja que se te quiere colar en la fila del colectivo, tema que ya hemos tratado previamente en éstas páginas.

Debería ejercerse el derecho de admisión en algunos lugares para evitar el ingreso de ciertos individuos que sólo perturban el aire y la comodidad del lugar. Que se queden en su casa. Nadie quiere estrechar su mano ni desearles "buenos días". No son amigables.