viernes, 30 de septiembre de 2011

Lunes 1/8 - Día 2 : Carmen

Me levanté a desayunar cerca de las ocho. Mientras revolvía el café y desplegaba la manteca en las tostadas de pan negro, escuchaba de rebote la charla (en inglés) de tres mujeres frente a mí y las intervenciones de la cocina del hostel sólo con una de ellas. En medio de la charla, me vi incluído casi por accidente, cuando me miraron buscando risas cómplices. Yo seguía revolviendo el café y desplegando la manteca. Así la conocí.
Carmen tiene 57; casada, dos hijos y una nieta con la que está viajando, de 13 años. Es quiteña, pero vive entre Dallas y Houston. Su tono ecuatoriano es inconfundible, mezclado con un inglés que tuvo que mamar de raíz en Estados Unidos, donde se fue hace más de dos décadas siguiendo a su marido. Vuelve a su tierra al menos una vez al año durante un largo rato. Ahora la tiene ocupada su nieta (que es la primera vez que sale del país del norte) pero tiene tiempo para ver si se vende un terreno que tiene en uno de los extremos de la ciudad, reprender a la de la inmobiliaria que le infla el precio para morder más comisión; y de irse a bailar por las noches y servir de guía de turismo a un pibe argentino que está de paso por éstos pagos.
Desde las 10 de la mañana iniciamos la salida con una caminata hasta el Metrobus local rumbo norte. Antes de pasar a borrar un número de teléfono del frente de su terrenol, pedimos permiso para entrar al Monumental, renovado estadio de la Liga Deportiva Universitaria de Quito. Impecable. Una bonita ecuatoriana nos da el paso por unos minutos y nosotros agradecemos. Después de graffitear los números de teléfono donde le llegaron ofertas por su terreno (me habla de que pide 100 grandes) vamos a buscar el bus que nos lleva a la Mitad del Mundo (no literal, pero casi).
En todos los trayectos Carmen habla. Le gusta tanto como bailar. Hablamos de muchas cosas de la vida: familiar, conyugal, laboral. Su historia es compleja e interesante.
Al llegar me dispongo a recorrer el lugar. Ella aguarda afuera; ya conoce el sitio de memoria. Camino y hago unas fotos. El trípode responde como siempre. Algunos me miran raro. Enfoco, apunto y corro solo para la foto. Esa es la clave para el viajero en soledad; para mechar fotos personales con tantos paisajes y postales al azar.
Decidimos almorzar juntos antes de volver al hostel. Así, tomamos el bus de regreso (U$S 0,25 por 30 kms....razonable, no?) y le va indicando a los gritos a la Srita. que viaja junto al chofer donde necesitamos bajar. Carmen no acostumbra tomar el transporte público. Me cuenta que aprendió hace poco porque siempre se manejó en auto; y la ciudad cambió tanto que a veces no sabe por dónde anda. Finalmente nos indican bien y estamos cerca de donde queremos.
Caminamos unas cuadras; y entre la gente al pasar alguien me dice: "Verón!" y ríe. Caigo unos segundos después y no llego ni a mirar. Carmen no conoce a Juan Sebastián. Le doy las explicaciones del caso. Supongo que al corte de pelo lo ayuda la casaca albiceleste que hoy llevaba. Igual no me veo parecido, pero ya son varios los que lo citan. Nos sentamos en un pequeño restaurante y degustamos un ceviche de camarones más que delicioso. Desconocía que se acompañaba con pochoclo. Raro; pero buen complemento finalmente.
Luego de unas cuadras más llegamos al hostel. Acordamos que, luego de un descanso, haremos un recorrido por el centro histórico, pero al rato el diluvio vuelve a bañar Quito, con lo cual alargo la siesta.
Ya entrada la noche pienso en salir a comer algo. Mientras leo, diviso a Carmen sentada en la Pc con su nieta. Intercambiamos un diálogo y me pregunta qué quiero comer. Confiesa haber comido un "sanduche" (así se le dice aca) con un café y me pregunta si quiero uno; que compró previamente teniéndome en cuenta. Me voy en agradecimientos y solo me dispongo a comer. Me alcanza un plato y calienta café para mí y te para su nieta. Dice que no me preocupe; que me atiende porque puedo ser su hijo. No le falta razón.
Carmen tiene 57; casada, dos hijos y una nieta con la que está viajando, de 13 años. Y es uno de esos mágicos personajes que Ecuador me tenía preparado.