miércoles, 12 de enero de 2011

Chile-Perú : Aguas Calientes-Machu Picchu

Martes 15

Todo fue puntual (como ya me han acostumbrado). A la hora señalada el chofer de Pacífico pasó por mi y me dio luz verde para partir. Me preguntó si quería viajar adelante y acomodar mis cosas atrás ya que era el único viajante hasta destino. Asentí e iniciamos nuestro recorrido que finalizaría en la estación de tren de Ollantaytambo. En el viaje fuimos charlando un poco. Era un nativo del mismo Valle, con unos ocho años de antiguedad en la empresa; casado y con hijos. Hincha del Cienciano, como casi todos por aca. Hablamos de lo que ya había visitado yo en mi viaje y me recomendó algunas alternativas. Finalmente, llegamos a la estación. Mi boleto de entrada al parque y pasaje de tren no estaban en mi poder, por lo que debíamos ver a un fulano para hacerme de ellos. Bajamos de la camioneta y empezamos a transitar un camino que terminaba en el embarque de la estación. En el medio de varias tiendas, un hombre de tez morena y estatura media, pronunció mientras me miraba, mi nombre y mi apellido... dejando implícito un signo de interrogación al fin de sus palabras. Le confirmé que era yo y viendo al chofer y el logo de la empresa me entregó todos los tickets. Ahora sí estaba listo y sin más incertidumbres. Faltaban aún como 20 minutos para las 9:10, hora en la que el tren se detendría en la estación; así que el guarda que cortó mi ticket me pidió que aguardara en la sala de espera (full of gringos). Hacia ahí me dirigí, entre la gente que abarrotaba el angosto andén. El servicio de éste tren que une Cusco con Machu Picchu está monopolizado por Perú Rail. Cumple seis servicios diarios desde la mañana, muy temprano. A las 9:08 el tren entró en la estación. Mi coche era el "C" (va de "A" hasta "E") y mi asiento el 33. Ventana. Casi como si me conocieran. Fui uno de los dos que subimos en Ollantaytambo a ese coche. No corrí con suerte. Mi asiento estaba ocupado. Retorné a la puerta y se lo comuniqué amablemente al guarda...un tal Alberto. Hombre de 50 y tantos y portador de un bigote muy bien cuidado. Al mejor estilo Porfesor Jirafales. Me dijo que me sentara en alguno libre o que lo esperar y el me acomodaría. Opté por esperarlo y ver qué hacía para que yo recuperara mi asiento. Sonó la campana de partida. El tren arrancó y Alberto subió al vagón. Fue mirando la numeración de asientos hasta dar con el 33. Corroborando el boleto que me había cortado a mi, le preguntó al individuo que yacía allí sentado cuál era su número de boleto. Sin mediar palabra y sólo señalando con su dedo índice el "33 window/ventana" que se mostraba sobre su cabeza, contestó la pregunta de Alberto. Inmutable. Con ojos caídos y casi resignado, el guarda volteó hacia mí y volvió a ofrecerme elegir otro asiento, a lo cual accedí para no seguir alargando ésta cuestión. Divisé una ventana libre y ahí anclé. Compartía con madre e hija de Boston, y su novio mestizo. Muy probablemente peruano.

El tren resultó bastante cómodo. A bordo del mismo coche estaba el flaco argentino que había conocido en Lima y había vuelto a encontrar en Pisac. Nos saludamos previo a que tomara asiento frente a las norteamericanas. Conecté mis oídos al mp3, calcé gorro y anteojos y me propuse así disfrutar la hora cuarenta y cinco que me separaban de Aguas Calientes.



Una vez en destino, mi tarea era ubicar al encargado de llevar las cosas que no iba a llevar a las ruinas hasta mi hotel y de ahí nos indicaría qué bus tomar, para juntarnos con el guía asignado en la entrada del parque. Eso hice y en breve estaba ascendiendo a Machu Picchu. Aquello que había esperado tanto tiempo estaba a veinte minutos de distancia. La entrada del parque era un verdadero y sincero despelote. Muchísimas personas bajando de los micros y buscando a los gritos a su guía. El mío era un tal Pancho. Ni daba gritarlo. Por eso me dispuse a buscarlo, y al toque a seguir de atrás a unas siete veteranas mexicanas que lo andaban buscando. Dimos con él y le entregamos los tickets. Pancho nos dio vía de ingreso y así comenzamos la visita. Ya la primera parada fue increíble. Nos detuvimos sobre una terraza de cultivo desde la cual se aprecia perfectamente la postal clásica de la ciudadela Inca. Me quedé perplejo. No podía creer lo que tenía adelante. Disparé cuantas fotos pude después de contemplarlo, y aparecí bastante mal enfocado en algunas por las malditas mexicanas que ni siquiera servían para sacar fotos. Realmente Pancho demostraba hábilmente sus conocimientos y se notaba su sentimiento andino en su peculiar forma de relatar los hechos sucedidos varios siglos atrás en ese lugar. Comentó brevemente los lugares que recorreríamos y seguimos adelante. La visita duró aprox. 2 hs y monedas. Habíamos visto casa, templos, estructuras, etc. Y también miles de personas como nosotros yendo y viniendo, perturbando el alrededor. Me enfrenté a eso y procuré escuchar cada relato del guía para embeberme aún más de la historia del lugar. Después vendría mi propio tour. Así es que al terminar volví al punto inicial y retomé el camino ya hecho, pero con algunas variantes. Me tomé el tiempo para disfrutar cada lugar y visitar nuevos recovecos. Respiré profundo varias veces para tomar real dimensión de donde estaba.

No se si puedo utilizar palabras justas para describir mis sensaciones dentro de la ciudadela. Traté de mirar en detalle y comprender el alrededor pero ciertamente mucho de lo que se ve, se percibe y se respira es inexplicable. La perfección y destreza que se observa es digna de asombro. Graficar la imaginación se hace cuesta arriba pero creo que es una de las mejores técnicas que se pueden utilizar. Mis 198 fotos no alcanzan a explicar lo que sentí, y eso es algo que no tiene precio, pero si tiene incalculable valor.

Me fui con el comienzo de la caída del sol. El último bus sale del parque rumbo a Aguas Calientes a las 17:30. Las cinco de la tarde fue la hora de abandono. Me había encontrado nuevamente con el compatriota, con quien hicimos el tour "alternativo" post guiada. Llegué al hotel con ansias de ducha. Después alrededor de las 19, salí a almorzar / cenar; ya que durante el día sólo había ingerido snacks. Una pizza napolitana fue la víctima y para las 21 ya estaba de regreso. Al mismo tiempo que escribo y finalizo éstas líneas, sigo lamentando entre dientes no poder visitar Wayna Picchu mañana temprano (es la montaña que sale en todas las postales). Tengo el día libre hasta las 17 que tomo el tren de vuelta, pero debería volver a abonar la entrada al parque (aprox. U$S 44 más U$S 14 de bus) y prefiero no arriesgarme a entrar en bancarrota y no pasarla bien los tres días que me quedan de aventura. El Estado Peruano no acepta el pago de otra manera que no sea cash y en el acto; de forma que ya tengo motivo (además del Camino del Inca) para volver a visitar estos pagos.

(N. de R: Machu Picchu (del quichua "Montaña vieja") fue declarado Maravilla del Mundo en 2007. Cabe destacar que las ruinas no pueden ser restauradas en lo relativo a construcciones; ya que cualquier mínima modificación le quitaría ese galardón).