lunes, 6 de agosto de 2007

Cuyo, allá vamos

Día 1: Viernes 27 de julio

Noche del 26. Sigo de largo. El día arrancó muy temprano, cerca de las 8 AM). Después de un cumpleaños en la zona de Palermo preparo los últimos detalles de la mochila que va conmigo en la mano, ya que la de viaje quedó lista ayer. La verdad que tengo bastante sueño y pocas ganas de hacerlo, así que lo dilato en la madrugada hasta donde puedo. Terminando el equipaje, me cambio, dejo todo al alcance y me dispongo a esperar el taxi que me llevará hasta Aeroparque a las 5:15 AM.
Después de tocar timbre y subir las cosas, en menos de 20 minutos llego a destino y analizo el campo a mi alrededor. Por lo visto no hay demoras, los vuelos salen a tiempo y todo parece marchar bien. Yo pensé que la gente no volaba tan temprano, pero para mi sorpresa el Newbery está con buena concurrencia matinal y madrugadora.
Llega la copiloto de esta nave, la srita. Georgina Bozzoli, con quien compartiré esta aventura de 10 días... y 500 noches (?). Una vez despachado todo, previo check-in cibernético, vamos a preembarque y vemos qué pasa a nuestro alrededor; que es bastante. La puerta 11 nos recibe y subimos al transporte de pasajeros. Juro que después de arrancar, recorrerá menos de diez metros y descenderemos. Nunca entendí el sentido, pero bueno, finalmente abordamos el vuelo 4240 de LAN Argentina. Preciosas azafatas nos dan la bienvenida y después del ansiado despegue nos ofrecen un gran snack de Havanna que hace la estadía aérea más amena. Viajamos bien tranquilos y el aterrizaje es cerca de las 9:10 AM. Mendoza brilla con el sol de la mañana. Una vez abandonado "El Plumerillo" (aeropuerto para los desprevenidos), tomamos un taxi hasta la terminal, en busca de dos boletos destino Chilecito. Por suerte, el primer local que topamos es el de la empresa que necesitábamos, Vallecito. Por desgracia, el micro sale 19:30. Y ahora? Luego de breves improperios silenciosos para la empresa que tiene un solo servicio; vamos a dejar los bolsos en el depósito de la terminal; por la módica suma de tres pesos el bulto (dígale NO al chiste fácil). Salimos a recorrer la ciudad con tranquilidad y sin prisa alguna. La Plaza Independencia es el marco ideal para tener un poco de sol, y en mi caso disfrutar de una siesta para recuperar horas de sueño derrochadas anoche. A fin de cuentas me perjudica un poco. Hace un poco de frío y mi resfrío continúa aumentando a pesar de que llevo el suficiente abrigo. Se acerca el mediodía y vamos a dar unas vueltas más que incluyen al centro mendocino y sus acequias; y el almuerzo de un pancho completo. Después de la sobremesa, vamos al museo de arte moderno, donde están exhibiendo una muestra de tres o cuatro tipos sobre la fragilidad y no se qué otra cosa. Consta de obras en vidrio, sogas/cartón y semillas con hojas secas. Ayuda a consumir el tiempo. Después, otra vez la plaza, pero con más gente. Parece que es costumbre que cuando los chicos salen de la secundaria, en vez de juntarse en un cyber, un Mc Dollar's o algo por el estilo; van al parque a tomar algo de fresco. Qué paradoja.
Se acerca la hora; con lo cual volvemos a la terminal a tomar una merienda y después salir rumbo norte. Nos vamos a horario, y la noche será larga. Varias escalas habrá en el camino. Además de varios pueblitos, nos dan media hora de cena, en plena nada, donde hay varios puestos de comida y kioscos. Mi organismo demanda sólidos, así es que compro dos empanadas de carne (vaya a saber uno de qué día) y a otra cosa. Antes había comido un hermoso alfajor de micro, marca "Ry-co" (cuac), pero necesitaba un poco más de combustible. A dormir que aún hay varios km por delante.