miércoles, 14 de febrero de 2007

Cinematografía

Indicame hacia dónde sigue el sendero. Necesito ver el gris en la tierra, el borde del camino para no tocar la parte de afuera y descarrilar definitivamente. El equilibrio necesita de mí, y yo de él. No es fácil retomar y no hay tiempo para pensar cómo hacerlo. Perder la pista de cómo llegar es casi como olvidarse de cómo caminar. El riesgo es alto pero el afán de arribar lo es más. Si es peligroso, la superación te invita a desafiarla otra vez. Inquieta te mira, como tratando de evitar el choque frontal y el accidente de ver la realidad una vez más. Las cortinas del destino se vuelven a abrir y ahí estás vos; mirando a los actores de la película preguntándoles cómo sigue el guión; quién dispone el vestuario y cuál será la escenografía. Salteando la introducción y desatando el nudo, pedís con clemencia el desenlace y el final de la incertidumbre que te atormenta cada día más. La producción, a pesar de ser ardua, completa el esquema y favorece el contexto. Sin embargo, los factores se conjugan para imposibilitar la perfección y facilitar el beneficio de la duda. Seguís inconciente y mareado por el aire próximo a tus pupilas, que se dilatan al ritmo de la sorpresa diaria. Las fallas son, al parecer, inevitables. Te preguntás por qué y das vueltas sobre el asunto. Todo te hace ver que el director sabe cómo escapar, pero todo termina en su habitual silencio y en su burbuja mental. La silla lo espera, vacía, y las dudas perduran en su soledad. Inevitablemente tenés que someterte a su voluntad. Esperá. Vislumbrá. Pero no dejes de imaginar el final. Después de todo, quizás tu papel sea más importante de lo que vos deseás.