miércoles, 15 de noviembre de 2006

Veraneando

Ya con sólo poner el pie en el escalón y empezar el recorrido escaleras abajo te pone un poco tenso. Es como una nube de humo y calor encapsulado que te voltea el espíritu en un instante. Pero con un poco de voluntad podés ir superando los primeros obstáculos. Llegás a la ventanilla y cuando le pedís un viaje al cajero con tu billete de $2 en mano, te retruca con la clásica "no tenés justo? Porque no tengo monedas" mientras que al mismo tiempo que te dice eso te señala el cartel que pegó en el vidrio que dice "colabore con cambio". "No, no tengo ni una" (palpando a la vez los bolsillos para que sea creíble, claro) también es la clásica contestación "progre". Ahí es cuando el bigotudo y sudoroso cajero se niega a venderte, o te quiere vender dos, o si no respira muy fuerte, para que te des cuenta el nivel de fastidio que le acabas de producir en su relajada vida, y te da tu bendito pasaje. Para colmo, atrás tuyo pasa uno que le pregunta cuánto está costando un "cospel" porque hace mucho que no viaja, y ahí sí que el simil de La Volpe piensa en presentar su renuncia indeclinable. Vas a poner (apresurado) la tarjetita en la ranura, porque está entrando el subterráneo al anden y ya frenó. Acto seguido te trabás en el molinete por atolondrado y la ranura no te devuelve la putísima tarjeta que te está impidiendo llegar temprano al laburo. El hijo de puta del guarda bate el recordde "tocado de silbato más veloz en una estación" en el último lustro. Tu esperanza de viajar en hora y cómodo, se acaba de esfumar. Resignado, reinsertás la tarjetita y pasa como si nada (otra Ley de Murphy). Le das play a la música de tus auriculares y disfrutás un poco del submundo bajo tierra entrometido en las notas que escuchás. Pero hace jodido calor ahí abajo. Y siguen cayendo individuos que respiran cada vez más fuerte. Como todas las mañanas, te aproximás a la línea amarilla calculando dónde caerá la puerta, para que no te mate el scrum al abrirse las puertas, y la gente se empieza a agolpar a tu alrededor. Ya todos saben donde caen las puertas, y preparan sus codos como soldados troyanos que lustran sus espadas antes de salir del caballo de madera. Ves a tu alrededor y todas las miradas amenazantes se funden en un brutal choque de retinas. Supervive el más apto. Tengo la teoría que cada uno desarrolla ciertas habilidades todos los días que te ayudan a conocer ciertas mañas y debilidades de los demás a modo de autosuperación y progreso individual.Finalmente, arriba el bólido. Repleto. No cabe nadie más. Subís como podés (con la manada a cuestas) al único lugar posible... justo pegado a la puerta; casi besando el vidrio. Intentás llegar a la palanquita del reproductor para cambiar de canción, pero si movés tu mano alterás la estructura reinante ahi adentro y nada volverá a ser como antes. Entonces optás por la resignación, y esperás a que en la próxima estación, mientras te bajas para que salga la histérica que está gritando en el medio que tiene que bajar y volvés a subir acomodándote como podés, nuevamente, tengas tiempo para cambiar de tema. El camino parece eterno. Y la gente parece que obligatoriamente tiene que viajar hasta tu estación. Por quéno trabajan más cerca de sus casas? O usan otro medio de transporte? Qué ganas de joder al prójimo! Bajás y subís tantas veces como estaciones hay hasta tu destino. Y esperá que alguien te diga gracias...Arribando al destino te enfrentás a la batalla final. Ajustás la corbata, revisás tu competencia, y leeeeeeentamente te vas arrimando a las manijas de la puerta. Ésta es la tuya. Ganar la puerta es el primer paso hacia la victoria final, hacia la medalla dorada, la gloria. Si ganás la puerta (y más si es la del medio) ya tenés el vagón superado. Sos el líder y tenés que picar en punta. De repente.... la señal. Se detuvo el carro. Largaronnnnnnnnn! Se abren las puertas y la masa rebrota desde los pulmones del subte para atacar la escalera mecánica y huir cual Schumacher. Pero nunca falta la yegua, imbécil o vieja del orto que es la primera vez que viaja a esa hora, y no sabe que los que están apurados suben a lo triatlonista por la izquierda, y los que están llegando temprano y van a comprar medialunas se paran sobre la derecha. Y te clavás justo atrás de ella, escuchando los resoplidos atrás tuyo, y los insultos en varios dialectos, muchos de los cuales desconocés. Una vez afuera, te permitís respirar.Y a la tarde es otra cuestión. A todo lo que ya nos referimos sumale 9 hs de stress, nervios, presiones y corridas. Oficinistas, cadetes, gerentes, piqueteros, deportistas... toda la jungla de cemento se funde en la más variada mezcla de aromas corporales y sonidos guturales que no hacen más que darle más "sabor" a tu regreso a casa. Te agarran, te tocan, te putean, te apoyan, te afanan, creo que no hay ningún verbo ni acción que quede fuera de esos vagones atestados de humanos llenos de ira y amargura vespertina. Lo bueno es que conocés gente. Nunca falta el "Bajás?". Y ese es el disparador de todo. Puede ser que pase 1 minuto antes de llegar a tu estación, pero se da un diálogo extenso a partir de esa simple expresión. No hay vuelta que darle. Será el medio de transporte más rápido de la ciudad, y probablemente el más efectivo, no habrá embotellamiento; y la mar en coche. Lo que no se puede negar, es que si sobrevivís a una hora pico, ya superaste tus propios límites.