viernes, 11 de agosto de 2006

NOA ' 06 : episodio dos

Martes 1 de agosto

Es muy temprano en la mañana, hay que desayunar rápido. Ni ganas de levantarme. Pero nos vamos al segundo lugar de la travesía que desconozco. Y uno de los cuales más ganas tengo de conocer: Iruya. Iruya es en Salta, atravesás todo el "principio" del zapato jujeño para llegar allá. Vas subiendo la cuesta y ganando altura, hasta chocar con el pueblo, empotrado en el medio de la montaña. Al menos eso me contaron.
De ésta manera, el grupo se fracciona en dos. Los que vamos en el micro que "chartea" Ruphay, y el micro de línea. Dado que es lo mismo me apunto en el micro de la empresa. Unos pocos van en el otro. El micro emprende camino y hace una parada en dos o tres puntos para fotografiar el paisaje. Esos puntos son la pequeña localidad de Iturbe, y después carteles en la ruta que van indicando altura y destino final. El chofer le puso un poco de onda y rocanroleó un poco con el stereo antes de llegar, mientras surcaba las cornisas camino arriba. Bastante fino manejaba el amigo. Más de uno se quedo duro en el asiento mientras pasaba cambios. Nadia, una de ellas. Y eso que la incentivabamos para que agitara. Pero nada. Todo bien igual. No perdió onda por cagarse en las patas.
Y así llegamos. La puta madre, qué buen lugar! Bajamos un poco antes de la entrada del pueblo. Y llegamos caminando. Como River a la Bombonera. Con pecho inflado y cuerpo erguido. Y ahi respirás, loco. Respirás aire puro. Ese aire que en tu vida vas a conocer si vivís encarcelado en la jungla de cemento, como habitualmente se la llama. Cuanta verdad que hay en esa frase. No es ni más ni menos que una selva de pavimento que te aliena. Pero cuan necesario es romper los esquemas! Si no, no conocés la pureza.
Y bue, Iruya era todo en ese momento. Avisté una cruz bastante grande en una cima no muy lejana, y hacia allá encaminé. Fuimos varios los que nos mandamos, hasta que finalmente casi todos. Era todo subiendo. Pero como valió la pena. La vista de ahi era increíble. Increíble. Almorzamos en el mirador, y contemplamos un rato después de sacar varias fotos de distintos ángulos. Durante la bajada, nos encontramos con una escuela y el ingreso de los purretes entonando la marcha de San Lorenzo. Interesante detalle. Estuvimos el resto de la tarde dando un par de vueltas por ahi, y distendidos al sol esperando el micro que nos devolviera a Humahuaca. A la vuelta fui sentado a la diestra del fercho, viendo más de cerca las cornisas y los picos, lo cual fue sumamente atractivo. Mientras tanto sonaba la cumbia y caía la tarde.
A la noche, después de la cena, vino un grupo local a tocar unos carnavalitos y unas músicas andinas, bailamos, cantamos, etc. Kilombo generalizado en el albergue. Después de ahi, fuimos hasta una suerte de peña, en la cual permanecimos poco porque ya pintaba el cansancio. Me acuerdo que había unos tíos tocando, y una pareja que bailaba, pero la mina más que escondido parece que bailaba árabe. Un desastre. Un atentado a las costumbres.

Miércoles 2 de agosto

Es tiempo de dejar atrás la ciudad que da nombre a la Quebrada. Hoy es un día largo, heavy metal de viajes. Metemos todos los bártulos en las mochilas, cargamos el micro, despedimos al viejo del albergue, y Au Revoir! Salimos jugando desde el fondo y encaramos la ruta una vez más. La primera parada, con guía incluído (que también recitará "No te rías de un colla") es en Uquía. Un pueblito de ruta más que de Quebrada, con una Iglesia que data del 1600 que tiene los originales de unas pinturas que fueron traídas y restauradas del Alto Perú de esas épocas. Las pinturas consisten en los denominados Arcangeles Arcabuceros. Son representaciones de cómo los aborígenes imaginaban a los angeles por esos tiempos. Más que interesante diría yo. En cuanto a cultura, creencias, religión y arte. Es como un combo de interés. De todas formas hay mucha gente a la que todo eso le importa un bledo. Calculo que también es normal.

Seguimos viaje. El próximo destino es la señalización del Trópico de Capricornio. No crean que está la línea punteada en el piso eh. Parece una aclaración pelotuda pero una vez escuché a alguien preguntar dónde estaba dicha marca. Demasiado sutil. A decir verdad, hay un monolito que indica dicha zona, y un cartel verde de ruta con esa leyenda. Sigamos. Parada de rigor cerca de Tilcara para cargar termos, comprar algunos sólidos, y luego será turno de la foto en ruta frente al 7 colores. Linda postal. Y ahi sí. Pisa el acelerador y nos bajamos en las Salinas.

Las Salinas Grandes son un tema aparte. Es un lugar que personalmente me gustó mucho la primera vez que lo visité, a pesar del viento y el frío que hacía. Y del extenso que viaje que requiere desde la ruta, a través de la Cuesta de Lipán (en honor a Tomás, el cantante), hasta llegar a la meta. Pero tiene un sabor especial (más allá del sabor salado). Es un paisaje único. Raro. Poco habitual. Porque si bien es desierto de sal, no creo que un desierto de arena tenga una imagen parecida. Las pocas construcciones que se levantaron ahí son, lógicamente, de sal. Trabajan en las Salinas gente de escasos recursos, de sol a sol. Niños, jóvenes, adolescentes, adultos y veteranos. Sin distinción de edad. La mayoría de la gente viene de San Antonio de los Cobres, pueblo situado a menos de 50 km de allí. Se manejan en bicicleta, o en algunas camionetas que hacen las veces de transporte público en la zona. Parece que la forma de trabajo es onda cooperativa, pero no quedan del todo clara las formas. Sí queda claro que ganan la moneda para la subsistencia. Los chicos en gral dejaron la escuela para volcarse al trabajo. Es un poco complicado el asunto. Nada de elecciones. Más bien obligaciones. Es un lugar que conserva cierto tipo de magia para mí. Pero bueno, es una apreciación subjetiva. Un poco personal. Este año le agregamos un poco de pimienta. Apenas bajamos del micro un tipo pisaba un cuero. Le puse el grito y me habilitó el balón, del cual no me despegué hasta volver a subir al cuatro ruedas. Entre pases, cambios de frente, jueguitos y corridas pasó más rápido la estadía ahí. Cuando me di cuenta, ya estabamos volviendo. Lo mejor de todo fue que ésta vez conocí Salinas cálidas. No corría ni viento, ni brisa, nada. En pura remera estabamos todos. Mejor, imposible.

Y anclamos en Tilcara. Nuestra última estación para pernoctar tres días. Un albergue a cuatro cuadras de la plaza, y a cuatro cuadras del Hotel del Turismo, donde estuve en mi primera visita allá por el 2001. Cuartos de 5 , 3, 8, muchas personas. Ésta vez, Maxi se aleja de nosotros, y así mantenemos casi la misma formación que en Humahuaca (Seba, Colo, Marce, Pelado y yo). Que caripelas. Aromas matinales que bien podrían estar contenidos en un Poett. Mención especial para Marcelo. Un jugador distinto. Nunca vi nadie con esas capacidades, pero bueno, ese es otro tema. Después de tocar un poco con Marce y Martín con unos vagos que estaban parando ahi, que eran de Flores y tocaban por éstas fechas en un pub, cenamos y salimos a recorrer un poco la noche del pueblo. Terminamos en la YPF con un borracho local que nos invitaba a su casa, pero estaba muy jugado y desvariaba bastante. A la vuelta, hubo batucada en la pieza. Unos buenos sonidos y el punto de fusión entre pandeiro y bongó. Creo que fue realmente la primera vez donde hicieron conexión. Y después fue todo más fácil.

Así terminaba el día, y la nueva primera impresión (ya la tercera en mi haber) de Tilcara. Mi preciado pueblo de Tilcara. Hay algo mejor en algún lugar? Yo, todavía, no lo conozco.

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