miércoles, 30 de diciembre de 2009

Nueva York - Día 4

Arranqué tarde, como a eso de las diez. Desayuné y, sin tour mediante, me fui para Times Square, pero más para el este... cerca del Midtown. Me propuse intentar recorrer toda la zona el día de hoy (es la parte más comercial, donde se destacan las tiendas de las grandes marcas internacionales y, entre otros, el Rockefeller Center).

El primer punto de visita siguiendo mi guía era el edificio de Naciones Unidas. Está cerca de la costa, con lo cual tuve que patear bastante. Para colmo, llegué, y después de algunas fotos de rigor, percibí que no había visitas permitidas hasta tres días después. Garrón. Seguí mi camino y después de unas cuadras más, llegué al Queensboro Bridge. Mediante una cabina, simil teleférico, que viaja a la par de los hierros del puente, crucé a Roosevelt Island y me senté un rato a contemplar el río y la ciudad desde otra perspectiva. En la isla hay algunas casas y varios complejos deportivos. Buena onda.

Al regreso de la isla caí directamente en la 5th Avenue. Ahí donde vivían Arnold, Wills, Kimberley y el Sr. Drummond en Diff'rent strokes. Hay diseminadas por ambas cuadras de la avenida las más grandes marcas de todo el mundo. Dando algunas vueltas encontré el negocio que busqué con la imaginación desde que supe que iba a visitar NY: el NBA Store. Hay dos en todo el mundo; ése yankee y otro en China; a donde llegó de la mano de Yao Ming hace algunos años después de que el oriental desembarcara en Houston Rockets, y comenzara a dar que hablar, al mismo ritmo que vendía camisetas. Me podía quedar a vivir días enteros en ese negocio, tirando triples y dobles en el juego que tienen a disposición de los clientes.

Fue un día harto yankke. Almorcé en Friday's con todas las frituras a mi alrededor y meseras que te daban un altísimo speech apenas te sentabas. Entré a dar unas vueltas por Bloomingdale's (no se a qué, pero entré) y vi de cerca el poder adquisitivo de la clase alta neoyorquina y de todos los turistas que sueñan con caminar esas veredas repletas de estilo y elegancia al ritmo de Versace, Cartier y demás yerbas.
Todo ésto, rodeando al imponente Rockefeller Center, ahí dónde cada Navidad se instala un árbol gigante y todos patinan a su alrededor. También cerca están el Hotel Plaza (dónde se hospedó en forma fraudulenta Kevin Mc Allister en Home Alone 2), la gigante juguetería Fao Schwarz, y Apple...la joyita del Midtown.

Volví al hostel, exhausto. A las 9 ya estaba arrancando otra vez con algunos vagos y un joven local, Tim, que nos llevaba al Pub Crawl, una suerte de mini gira por los bares del barrio, de copa en copa. Yo no había probado bocado dada la temprana hora, y los tipos ya pensaban en escabio. Nos detuvimos a las pocas cuadras en el primer bar, dónde hice algunas migas con Christian, oriundo de Colonia, Alemania; y su apócope, Chris, de New Orleans. Charlamos un rato mientras yo degustaba una pizzeta y ellos chupaban como esponjas. En el tiempo que yo ingerí una Corona, los vagos iban por la cuarta. El yankee le ponía ganas y el alemán era un tanto más parco. De todos modos fue un grato intercambio. Se puso mejor la historia en la segunda escala: un bar dominicano, dónde abundaba la cerveza Presidente, que no paraban de promocionar y ofrecer. Te regalaban una remera con la compra de una botella, y ese tipo de cosas. Obviamente no accedí a los combos del deseo y esperé llevármela de arriba. No funcionó, pero al menos el llavero destapador que ligué está piola. Ahí incorporé a un francés, Román, de las afueras de París. Éste tipo si me cayó bien, y así dejé atrás al alemán que intentaba charlar con unas brasileras que estaban en el lugar, sin ningún tipo de éxito visible. Había dos japoneses que estaban del orto, y daban color al diminuto bar. Alrededor de las 3, con el franchute saludamos a la multitud, y huimos con estilo mientras hablábamos de fútbol y compartíamos puntos de vista sobre la sociedad yankee que estábamos empezando a conocer de cerca. Era tarde para filosofía. Había sido un largo día.

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