martes, 30 de octubre de 2007

Haciendo historia, otra vez

Eran los albores de los '80, cuando después de que un borracho se sacara las ganas de ver correr sangre gratuitamente, volvían a primera plana esas cajitas de cartón con una abertura en uno de sus costados. Había sido algo más de un lustro completamente oscuro, y la luz parecía asomar al final del túnel.

El pueblo completó y desbordó la Plaza de Mayo, con fervientes gritos y emociones contenidas muy dentro de cada uno. Esa Plaza que desde hacía tiempo veía mujeres con pañuelos blancos en la cabeza que seguían buscando a sus hijos. Raúl Alfonsín fue el encargado de retomar el rumbo democrático que ya padecía de invalidez en nuestro país. Vencía a Italo Luder con un gran espaldarazo de votos que superó el 50%. El gobierno de Alfonsín se recuerda principalmente por haber sido una de las mayores esperanzas en ese regreso a la democracia, y por las continuas sublevaciones militares que hicieron temblar nuevamente la estructura de éste sistema. También datan de esa época, las nefastas leyes de Obediencia Debida y Punto Final, declaradas nulas por la Corte Suprema en 2005. Alfonsín, sofocado por la hiperinflación que azotaba sobre el final de los '80, la continua caída en la situación social y económica de la población y su gravitante derrota electoral, adelantó la entrega del poder, alejándose del sillón de Rivadavia en julio de 1989.

Allí llegó Carlos Saúl. El "caudillo" riojano asume la presidencia el 8 de julio, con una victoria en las urnas de la mano del 47% de los argentinos (venciendo a la principal fórmula opositora, encabezada por Angeloz), prometiendo arremangarse, y enbanderado en la "Revolución Productiva" y el "Salariazo". A los efectos de reducir la inflación y el caos que se vivía en el país, ya con la gestión de Cavallo, se implanta el denominado "Plan de Convertibilidad" en el cuál el Banco Central debía respaldar la emisión de cada peso convertible con sus reservas en dólares. Cada dólar equivalía a un peso convertible. Las medidas lograron revertir la situación inflacionaria, y dar una sensación de estabilidad, la cual fue el marco ideal para la entrada de capitales extranjeros sin ningún tipo de restricciones y la apertura de mercados financieros y nuevas inversiones. A la vez, las empresas del Estado pasaban a manos privadas sin ningún tipo de regulación, entre los cuales encontramos, además de las empresas de servicios públicos, a los ferrocarriles y el petróleo. Los despidos se iban multiplicando exponencialmente, aumentando también los índices de subocupación, trabajo en negro, pobreza e indigencia. Partiendo de la clase media, se accedió a todo tipo de bienes de consumo, automotores, y vacaciones en el exterior a menor costo que en nuestra propia tierra. Estabamos tocando el cielo con las manos. A costa de qué? Los '90 nos costaron caros. Nos olvidamos de algunas palabras del diccionario como "dignidad" e "industrialización". El olor a dólar podía superar cualquier otra cosa. Miami estaba más cerca que Rosario, a pesar de lo que dijera Fito Páez. Conocimos la Embajada de Israel y la AMIA del modo no más feliz.

Ya en 1995, el presidente va por su reelección junto con Eduardo Duhalde, consiguiendo el 47% de los votos, aventajando por más de 20 puntos porcentuales a la fórmula Frepasista de José Octavio Bordón y Chacho Alvarez, nueva esperanza del sector progresista. El Menemato se establecía hasta la eternidad, o al menos eso intentaba. Los casos de corrupción se multiplicaron y la popularidad del primer mandatario empezó a decaer. Diciembre de 1999 vio el final de la segunda presidencia. El pueblo parecía haberse cansado de la burbuja en la cual estabamos inmersos. Se aproximaban tiempos de cambio. O no?

Para vencer a Carlitos y su aparato era necesaria la unión de las fuerzas. Eso fue lo que creyeron conveniente varios sectores del FREPASO y la UCR y dieron nacimiento a la denominada "Alianza", la cual presentó la fórmula de la ilusión patriota, De la Rúa - Chacho Alvarez (iba por la revancha del '95). Alfonsín, Terragno y Graciela Fernández Meijide iban por detrás de los candidatos, encabezando el intento de cambio. El 48,7% de los votos de la Alianza pudo más que Duhalde - "Palito" Ortega. El nuevo gobierno debía encarar los ya crecidos índices de desempleo y déficit fiscal, hacia los cuales apuntaron los principales cañones de su gestión. José Luis Machinea primero, Ricardo López Murphy y por último el regresado Domingo Cavallo negociaron paquetes económicos con el FMI para poder escapar al ahogo que representaba la soga al cuello de la deuda externa. Vienen rápidamente a la mente el "Megacanje" y el "Blindaje" de 2001. López Murphy, en sólo 15 días de gestión, tuvo la brillante idea de sanear la economía mediante un gran ajuste del gasto público, recortando fondos de Educación y Salud. Lo que se dice un gran ejemplo. Se fue por donde vino. El vicepresidente, huyó declarando ante la opinión pública el carácter indeclinable de su renuncia, debido a casos de corrupción en el Senado por leyes de Flexibilización Laboral. Hostigado por las presiones financieras externas y la complicada situación interna, el gobierno logra la aprobación de la Ley de Intangibilidad de Depósitos Bancarios, a fines de año 2001, mediante lo cual la situación estalla definitivamente. La clase media, sintiéndose tocada y ultrajada, se vuelca a las calles espontáneamente pidiendo a gritos la renuncia del Ministro de Economía y el Presidente de la Nación, quién no tiene mejor idea que dictar el Estado de Sitio la noche del 19 de diciembre. El 20 de diciembre, por la noche, huye en helicóptero de la Casa Rosada, tras una jornada nefasta de violencia y saqueos en todo el territorio argentino.

Asume la presidencia el presidente del Senado, el misionero Ramón Puerta. En los días sucesivos, la Asamblea Legislativa (con mayoría justicialista) elige al puntano Adolfo Rodriguez Saá para suceder a Puerta. En tal sólo unas horas, "el Adolfo" proclama un discurso prolijo de varias páginas en la Cámara de Diputados por Cadena Nacional anunciando el Default, la cesación de pagos. Argentina no pagará la Deuda Externa. Todos aplauden exitistas. En esa semana, una importante ala del partido justicialista le quita su apoyo al entender que el elegido pretendía perpetuarse en el poder hasta el final del mandato de De la Rúa en lugar de llamar prontamente a elecciones; y lo mismo hacen distintos sectores del empresariado. Aventajándose a lo que viene, Ramón Puerta desiste de su puesto a la cabeza del Senado, y a continuación, Rodriguez Saá renuncia a la presidencia de la Nación. Todo queda en manos del presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Camaño, quien logra la transición final en los días subsiguientes ante la nueva elección del Poder Legislativo.

Eduardo Duhalde, así, asume en medio de la peor crisis de la historia constitucional y estructural Argentina. "El que depositó dólares, recibirá dólares. El que depositó pesos, recibirá pesos". El slogan retumba fuerte en la Cámara Baja y todos abundan en ilusiones. Es la época de la devaluación del peso argentino, tras 11 años de Convertibilidad Menemista. Son los tiempos de los patacones, quebracho, lecop y demás letras con valor de cambio. Es el peor momento en lo que hace a recesión y desocupación de toda la historia, con algo más del 20% de desocupados. Con Remes Lenicov todavía como Ministro de Economía, el dólar trepa hasta los $4 y Antonio Laje pronostica que en diciembre del 2002 cotizará en $10. Se instalan los Planes de Jefes y Jefas de hogar, como una suerte de subsidio a los que menos tienen. Se pulveriza con estos Planes la cultura del trabajo en nuestro país. Con la situación semi-controlada a fines de ese año, Duhalde llama a elecciones dando su apoyo, yendo contra su pasado, al santacruceño Néstor Kirchner, que se mide con Carlos Menem en 2003.

En abril de 2003, Kirchner pierde la primera vuelta de las elecciones presidenciales, alcanzando un 22% del total de los votos, frente al 24% de Menem. Se plantea un escenario de Ballotage, y ante la inminente derrota, el riojano se baja de la segunda vuelta y Kirchner accede al sillón, con Daniel Scioli a su lado. La UCR realiza la peor elección de su historia obteniendo apenas el 2% de los votos. El sureño asume siguiendo las principales bases de su predecesor, manteniendo al equipo económico al frente del ministerio. Mediante las exportaciones, se propulsa el crecimiento del PBI y los índices de pobreza y desocupación comienzan a ceder. Rápidamente se destaca el interés del nuevo presidente por las políticas de Derechos Humanos y en su proceso presidencial se anulan las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final. A un año de finalizar su mandato, se produce el juicio al ex-comisario y represor Miguel Etchecolatz, donde se lo condena a prisión perpetua y se produce la desaparición de uno de los testigos clave; Julio López. Salen a la luz casos de corrupción como el caso Skanska, y la bolsa de dólares de la ex Ministra Miceli. Se produce un notable acercamiento a algunos líderes latinoamericanos como Hugo Chávez y Evo Morales, y se enfrían las relaciones con USA. El gobierno cancela la totalidad de la deuda con el FMI en 2006.

En todo este marco histórico, nos llegó nuevamente la oportunidad de elegir. Contando con más de 24 años ininterrumpidos de democracia, con tantas cosas para analizar, con tantos defectos y virtudes de este sistema y de los líderes que lideraron el rumbo de nuestro país, las urnas volvieron a aparecer ayer, 28 de octubre. La candidata oficial, humilló en primera vuelta con más del 44% de los votos, con más de 20 de diferencia sobre Elisa Carrió y su Coalición Cívica (en su tercer intento por alcanzar la presidencia y con la promesa de no volver a intentarlo tras su derrota). El Ministro de Economía que logró manejar la situación en 2002, alcanza el 16% de los votos para completar el podio. Se destaca que el cineasta Pino Solanas obtiene más puntos que el devaluadísimo López Murphy y su RECREAR. Macri mira de reojo pensando en 2011. Daniel Scioli, nuevo gobernador de la provincia de Bs As con similares porcentajes de la presidenta electa.

Sensaciones diversas el día posterior. Nadie votó al oficialismo, a pesar del abultado porcentaje. Sospechas de fraude por falta de boletas en las mesas de muchos puntos del país, y por primera vez en la historia extensión del horario de sufragio hasta las 19 en Capital Federal por las notables demoras para emitir voto durante todo el domingo. La clase media vaticina una nueva debacle económica y política, quizás, sin fundamentos. La inflación en vísperas de ser controlada o de seguir creciendo. El INDEC, como organismo más cuestionado del momento. La construcción en su máxima expresión y esplendor de los últimos tiempos. El tomate y la calabaza siendo boicoteados por los consumidores debido a sus dantescos precios. Y más.

La realidad indica que debemos esperar. El 10 de diciembre se inicia una nueva etapa en la Argentina. Más allá de todo, de las diferencias, de los disgustos, de los aciertos y desaciertos electorales, creo que deberíamos acordarnos más seguido, el costo que tuvo en nuestra nación el hecho de poder volver a elegir qué es lo que queremos para nuestro futuro, equivocados o no. Mucho tiempo tuvo que pasar para que la gente volviera a ser protagonista. Mucha sangre corrió antes de que un sobre volviera a tener una boleta de papel de diario en su interior. Mucha gente es la que hoy se sentiría orgullosa de ir a votar, no como tantos otros que lo sienten como una carga la hora de hacerlo. Ya ha sido comprobado más de una vez, que este país no tiene memoria.

1 comentario:

  1. Anónimo9:27 a. m.

    Qué decir? Más clarito, imposible. Estaría bueno que la gente tuviera un poco más de memoria colectiva. Veremos que nos depara el destino.
    Como siempre, placer leerte.
    Tu fan

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