miércoles, 5 de marzo de 2008

Viernes 25 de enero




Amanecidos, emprendimos la retirada del Refugio, alegrándonos de saber segura nuestra plaza en Altos de ahí en adelante. Nos dispusimos a encontrar algún lugar para ingerir sólidos en forma de desayuno. Recordando viejas aventuras por estos pagos, nos dirigimos a una amistosa panadería a unas tres cuadras de la Plaza y nos enlistamos para disfrutar unas chocolatadas con facturas violentas recién salidas del horno. Ya con el estómago en otra cosa, nos fuimos, pero tuvimos que regresar a los pocos metros de haber partido ya que una mochila quedó en plena panadería esperando por Cairo. A por ella, y a por un remo que nos devolviera a los Altos. Estuvimos relajando un rato, y ese día nos deparó una actividad acuática por la tarde. Volveríamos al Río Azul, pero en busca de un rafting. De tal forma que después de almorzar, fuimos hasta el centro y una combi nos tiró a los márgenes del río, en un camping desde el cual salía la actividad. Había bocha de gente, muchos niños molestos con sus molestos padres. Por qué no los llevan a la Costa? Los maldije por un rato. Así es que mientras un tipo de volumen de cuerpo generoso explicaba la actividad, y la seguridad, y todo eso que explican para el que nunca hizo algo de ese tipo, buscaba sigilosamente la forma de que no me toque ninguno de esos mocosos en el mismo bote, ya que no quería golpearlo bruscamente con un remo para que dejara de gritar. En un momento el tipo dijo que había dos dakis y una canoa para ir con un guía. Ofreció y levanté mi mano rápidamente. Cairo me miró y casi al unísono acompañó el movimiento con su brazo. Los dakis eran nuestros. Zafábamos de todo el escándalo de los botes, y estaba seguro que incluso ganábamos en adrenalina. Un daki es como un kayak, pero en vez de ser rígido es de una suerte de goma, con lo cual todo en el agua se siente al 200%. Y cuando digo todo, es todo. Desde el agua hasta las piedras. A mi me tocó un flaco que la tenía clara, pero al principio me dio la sensación que no le cabía mucho estar ahí. Después le puso un poco más de swing, y repetimos algunos desniveles dos veces, lo cual fue realmente interesante. Cairo salió un poco más resignado de su embarcación.
En el medio del rafting hicimos una suerte de snorkeling para divisar algunas trechas en las partes más profundas del río. Al final, una vez fuera del agua, hubo muestra de fotos y videos, más su clásica venta, y algunas facturas de cortesía para los tripulantes de los botes.

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