miércoles, 5 de marzo de 2008

Jueves 24 de enero



Altos del Sur. Ya lo nombré ayer pero merece repetirse. Hubo una vez que insulté mucho a este lugar por su lejanía del centro, por su excesivo verde, y por muchas razones más. Da la casualidad que en ésta oportunidad tuve la gracia de anular todas esas ideas y opinar exactamente de la forma contraria. Mariela empezó a encargarse de eso cuando nos dio la habitación. Todo era orden, limpieza, calidez y buen clima. Un hostel muy grande, con un gran jardín, muy buena gente trabajando ahí, y hasta una hamaca paraguaya. Qué más podemos pedir? Agradezco a Mariela por todo eso y por el trato que nos dio desde el primer día hasta el último. Ella, Roxana y el majestuoso Ricky (gracias por tanto Ricky, desde las estrellas hasta la noche que nos dejaste arafue y fuimos a dormir al rancho ese mal llamado "Refugio Patagónico").

De alguna u otra manera habíamos planeado alguna idea previa paa nuestro primer día en El Bolsón. Charlando con algunos/as, decidimos ir al Cajón del Azul en esa primer fecha disponible. No se por qué pero tenía ciertas expectativas cruciales respecto al Cajón. Tenía muchas ganas de llegar allá y pasar la noche en ese lugar. Había leído/oído muy buenos comentarios. Digamos que había una especie de ilusión. El camino está bueno. Básicamente es sobre el margen de un río, y son unas 3 hs y monedas al refugio, pasando por un par de puentes colgantes (muy colgantes, despedazados). Aproximándome junto a los carteles, me hallé cual Frodo llegando a Hobbitton después de la batalla por la Tierra Media, disfrutando unos paisajes relativamente similares con pastizales, animales y dos o tres chozas bajas estilo Bolsón Cerrado. El refugio dista mucho de la casa de Bilbo y realmente no me gustó en lo más mínimo. Sólo me gustó su pizza. El refugio está emplazado entre muchos árboles y carece de una vista al cajón o algo similar, y tiene el camping lindante, que solo es cruzado por un riacho de estrechísimo margen. Al llegar mi panorama se modificó mucho en comparación al que traía en mente así que propuse no quedarnos, y regresar furibundamente al pueblo esa noche.

La vuelta sí se puso un poco más interesante. Al llegar a la bifurcación del camino que llevaba al refugio, viramos hacia un mirador del Cajón, que lleva al mismísimo nacimiento del Río Azul. Eso sí estuvo más interesante. Estuvimos algo de 2 hs refugiados en ese lugar tan calmo y ruidoso a la vez, a causa del violento caudal que lleva el río a partir de ese tramo. Tan sólo arrojando piedras a la cristalina agua nos dimos cuenta con qué poco podemos divertirnos gratuitamente. La vuelta al pueblo no revistió mayores inconvenientes.

Teníamos en cuenta que habíamos cancelado la noche en el hostel, pero también calculábamos nuestras potenciales chances de que nos pudieran albergar de todas formas. Nuestro fuerte nunca fue el cálculo, por lo cual tuvimos que exiliarnos temporalmente de Altos del Sur, después de haber terminado mi rosario de puteadas en todos los dialectos conocidos hasta ese momento, para ir a parar al mencionado Refugio Patagónico, en el centro del Pueblo. Nuestro hogar por esa noche daba lástima. Realmente. Era un lugar de refugiados con todas las letras. El baño era casi inhabitable. El cubículo que hicieron llamar ducha fue toda una batalla librada entre mí y la cortina que sólo quería pegarse a mi espalda y no dejarme en paz durante la tan esperada ducha de ese día. Algún que otro insecto de tamaño considerable me miraba mientras me secaba. El arroz listo (primavera, por supuesto) de ese día fue como comer un asado en medio de Somalía. Era como la 1 de la mañana y nosotros saboreando los granos antes de fundir en la cama. No socializamos con nadie. Llegamos, nos bañamos, comimos, dormimos, y nos fuimos.

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