domingo, 6 de enero de 2008

Primera estación

Caviahue

Ubicada exactamente a 1570 km de la ciudad de Buenos Aires, y a 352 de la capital de la provincia de Neuquén, se erige ésta pequeña Villa de montaña, habitada por 700 habitantes. Con una altura de 1600m sobre el nivel del mar, se ubica al sur del volcán Copahue, bañando por el lago del mismo nombre. Ésta villa es dónde los Mapuches detenían su camino para llegar a las termas de Copahue, y lo denominaron con el significado de "lugar de fiesta y reunión".


La idea con mi compañero de ruta es aproximarnos a ésta localidad el día sábado 19 por la tarde, una vez aterrizados en Neuquén (capital) y posterior bus hasta Caviahue. Si todo sale bien, el domingo 20 por la mañana deberíamos estar partiendo hacia el mismísimo cráter del volcán Copahue, que lleva ese nombre por el histórico cacique Mapuche que habitó la región en tiempos de antaño.

Leyenda de las Termas de Copahue

Cuenta la leyenda que Copahue era un cacique valiente y despiadado. Dicen que un día el cacique volvía de Chile con su ejército, cuando un viento huracanado los sorprendió en la cima de las montañas y se dispersaron. Copahue se encontró separado de sus hombres y caminó hacia lo alto de la montaña tras el resplandor de una hoguera. Allí encontró una tienda y dentro a una mujer sentada junto al fuego. Su nombre era Pirepillán ("nieve del diablo" en Mapuche). Ella le curó sus heridas, le dio de comer y beber. Y en la madrugada le hizo una profecía: "...Saldrás victorioso de una lucha que ningún otro hombre podría ganar. Llegarás a ser el más poderoso entre los Mapuches, pero tu espíritu guerrero deberá seguir manifestándose mucho después de tu muerte en el campo de batalla..."

Así lo despidió, y Copahue descendió confuso de la montaña: se había enamorado de ella sin remedio. Guerreó y pactó alianzas y negocios, llegando a ser Señor de todos los Mapuches. Pero los momentos de tranquilidad de Copahue tenían un nombre: Pirepillán. Copahue no conseguía desprenderse de ese amor, ni lo intentaba. Un día, un viajero del norte le contó que Pirepillán estaba presa en la cumbre de un volcán. Le dijo que un tigre enorme y un monstruoso cóndor de dos cabezas no la dejaban marchar. Con determinación, Copahue tomó sus armas y se preparó para liberarla. Los brujos le aseguraron que iba directo a su muerte, porque para vencer a esas criaturas haría falta un poder más que humano. Pero Copahue no estaba dispuesto a retroceder. Un resplandor dorado lo fue guiando hacia la cumbre. Allí debía estar Pirepillán. De pronto, un rugido impresionante lo ensordeció. Un puma muy grande saltó sobre él, pero Copahue se echó a un lado y le clavó la lanza, empujándolo hasta hacerlo caer. Enseguida apareció el monstruoso cóndor de dos cabezas descendiendo sobre el. Sacó su cuchillo largo, lo enfrentó y lo mató.

Copahue y Pirepillán pudieron entonces abrazarse, felices. El pueblo, en cambio, no quería a aquella hija mágica de la montaña. El cacique ya no tenía el mismo ánimo para llevarlos a la batalla, y las incursiones enemigas eran cada vez más frecuentes. Un día que Copahue tomó el mando de sus tropas y enfrentó al enemigo, fue muerto en el campo de batalla. Los Mapuches culparon a Pirepillán de su muerte y la llevaron al pie de las montañas para matarla. Angustiada, gritó el nombre de Copahue y las piedras se estremecieron, abriéndose bocas humeantes a su alrededor. Violentas columnas de agua hirviente brotaron de las entrañas de la tierra.

Los que lograron sobrevivir cuentan que fue el espíritu de Copahue, celoso, y que aún hoy se mantiene activo, agitando el agua al pie de los volcanes, cumpliendo la profecía en defensa de su amor.

(Fuente: Revista "Extremo Patagonia", número 23, pág. 42; www.extremonline.com)

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