sábado, 6 de enero de 2007

De oscuridad

La soledad de las paredes y el fresco aire que redibuja el sistema de mis coordenadas, invaden desde afuera y se entrometen en mi mundo. Mi mundo perturbado por la noche que se queja del agobio, y que se enfrenta a la melancolía. La amistad entre la nostalgia y el inconciente es casi imperceptible, pero está latente. Se hace corpórea y enfrenta la decisión de pensar en todo lo que supo ser, fue, o pudo haber sido. La confirmación de los actos hace ver que los caminos siempre son dos, y el sendero que brilla es el que siempre vence. La estadística diría que últimamente los sentimientos se aburguesaron y más del cincuenta por ciento de las almas se olvidaron del significado de la caricia, el abrazo y la palmada en el hombro. Por las venas fluye el sentido de todo aquello que cruza los nervios, y me recuerda cómo se siente sentir (valga la redundancia). Quisiera volver a sentir esos momentos que llevo en la memoria cómo si hubiesen pasado ayer… ese dejavú constante que es mi camino, todas esas personas que afectaron el recorrido lineal que acostumbramos llevar, y que tantas modificaciones pudieron hacerle, para llegar acá. Éste es el momento de arrepentirse de ese saludo negado, de esa palabra sometida, de esa negligencia de la retención y absorción de tantas cosas que deberían haber sido dichas. Todo eso que no le dije tantas veces a ella, todas las ilusiones que tuve con él, y todas las palabras que olvidé por ellos. Hay tanta deuda al final del balance que podría terminar completamente en rojo. Pero la balanza se pesa de los dos lados. El peso es tan complejo que no puedo discernir por dónde flaquea. Flaquea y mucho. Pierde como un tanque de nafta pinchado, aunque desearía que no afecte el andar. Eso resultaría más pesado que cualquier tonelada.
El ciclo suele repetirse en la oscuridad. Quizás alimenta fantasmas, o los invita a presenciar la batalla entre el deseo y el olvido. Al final de todo nunca se sabe cómo termina. La persiana no se vuelve a levantar hasta que ellos llaman, a través de una mirada, de una lectura, o de una simple canción. Como si se tratara de un buen mago, se crean las ilusiones, y hay muchos nudos que se pueden cortar sin desatarse, pero no siempre la carta que elegimos, es la que el mago quería que fuera extraída del mazo para ser descubierta. Preferiría que sigamos buscándola para ver si congeniamos…de manera que el truco nunca termine. Y así seguimos la liebre sin agarrarla, preguntándonos por qué corre tan rápido y tiene tanto dinamismo. Nunca se va a detener a explicarlo, pierda cuidado. Lo que si quisiera preguntarle al mago, es por qué hay tantos conejos que salen de la misma galera.

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