lunes, 5 de julio de 2010

Carta abierta

Querido Diego, cuerpo técnico y jugadores:

Después de cuatro jornadas llenas de alegría y sonrisas interminables, la tristeza y la desilusión llegaron para quedarse. De la forma menos pensada, pero sin discusión alguna, el cachetazo final fue demoledor y contundente. Ustedes lo saben mejor que nadie. Lo decían sus caras, y sus voces quebrándose ante los micrófonos.

Llegaron, una vez más, a la venenosa fase de cuartos de final. Esa que en los últimos tres mundiales, nos había dejado dos veces afuera. Esa que todos veíamos como el obstáculo más difícil de los tres pasos finales en el camino hacia la Copa.
Una práctica selección alemana, que ganaba casi desde antes de cantar los himnos, se aprovechó de las falencias del equipo, que no tuvo ideas para encontrarle la vuelta al primer golpe recibido, y que terminó de caerse con el segundo gol, que llegó en el mejor momento albiceleste. Ahí maduró el knock out. Ya jugados en ataque en busca del descuento, Alemania se aprovechó de Argentina y liquidó la cuenta con dos goles más que le dieron al partido un tinte histórico.
Los millones de habitantes de éste país que estábamos frente al televisor (casi recibidos de directores técnicos, como siempre), volvimos a sugerir cambios desde el inicio, variantes durante el partido, y a derramar decepción a medida que pasaba la segunda mitad, y el árbitro no ponía fin a ese martirio deportivo. Pero ya no hay vuelta atrás.

Por eso, y a pesar de todo, quiero expresar mi satisfacción. Estoy satisfecho por la entrega, por el sacrificio, las convicciones y el compromiso. Si bien creo que podríamos haber dado un poco más en ciertos puntos generadores de discusión, siempre fuimos al frente y a buscar los tres puntos. Como cada cuatro años, todos nos identificamos con ese grupo de 23 que iría en busca de la gloria. Colgamos las banderas, compramos camisetas, televisores más grandes, y nos pintamos la cara de celeste y blanco. Nos juntamos con amigos, compañeros de trabajo, o simplemente sufrimos en soledad a la distancia cada minuto que ustedes disputaban sobre el verde césped sudafricano. Espero que alguna vez entendamos que toda la euforia no debe ser sólo colocada en el mundial, sino todos los días en busca del bienestar para todos, pero esa es otra historia. Nos fuimos en cuartos y Ezeiza explotaba de gente que sólo quería agradecer lo hecho en otro continente.
Nos queda aprender de lo ya hecho, y pensar a futuro. Entender que hace 24 años no somos campeones del mundo y que Maradona hubo uno sólo. Que Lionel, el mejor del mundo, no es mago y que necesita diez leones que jueguen con y para él. Que vos Diego, como tantas otras veces, te vas a volver a levantar y nacer nuevamente de las cenizas. Hablar con el resultado puesto y el diario del lunes es lo más fácil en estas horas. Elijo apoyarlos y bancarlos, en las buenas y en las malas, y esperar que todos juntos vayamos para adelante y nos encontremos en cuatro años en Brasil, para la gesta de un nuevo Maracanazo.


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