viernes, 20 de junio de 2008

Salando las heridas

El diccionario que tengo más cerca define al término "Historia" de la siguiente forma: "...Narración de los sucesos pasados, públicos o privados, dignos de memoria... [...] ... Ciencia que estudia los datos referentes a cualquier clase de sucesos memorables cronológicamente ordenados, para descubrir las leyes que rigen su desarrollo y, en lo posible, transformarlas".-

Dudo que sea la primera vez que lo intento, pero como probablemente alguna vez lo haya hecho, me propuse confirmar o refutar dichas acepciones de esta palabra. Creo que incluso comencé a pensarlo cuando ni siquiera sabía de qué otras conjunciones de palabras consistía su definición. Ya no recuerdo cuándo fijé esa idea en mi cabeza. Vamos a decir que fue hace ya un largo rato... allá lejos y hace tiempo. Lógicamente no voy a echar por tierra que la Historia es una ciencia, ni mucho menos, más aún reconociendo mi inocultable fanatismo hacia ella. Creo que en ésta oportunidad, mis queridos amigos, elijo quedarme con dos fragmentos de su descripción, y son los que hacen referencia a los "sucesos pasados dignos de memoria, sucesos memorables cronológicamente ordenados". De hecho la ley que rige el desarrollo de dichos sucesos es una ley natural, y casi que certifico que no se puede transformar. Lo interesante es transformarse uno (o no) en base a la lectura en primera persona de esos sucesos.

Innumerables situaciones transcurrieron hasta la fecha en que me encuentro tipeando éstas líneas, y miles de combinaciones posibles también imaginé, sin tener en cuenta la que finalmente ocurrirá. Casi como entregándome a una realidad que me puede exprimir con una fuerza que no puedo determinar desde aca, que me puede cachetear de repente, o tan sólo focalizar en algunos aspectos no claros de otros tiempos... me voy encogiendo. De a poco. El reloj no se detendrá y mi tamaño se reducirá hasta que el tiempo llegue a cero y deba inflar el pecho para estar listo frente a lo que vendrá, en la forma y medida que sea que venga.

Siempre consideré que las bases son fundamentales, y me refiero a bases en todos sus aspectos. Hoy, hablando de la propia persona. De su identidad. De sus reflejos. De sus antecedentes y de sus herencias. De la sangre que corre por sus venas, y de las palabras y los gestos que expulsa por su boca y sus extremidades. Una persona sin identidad carece de su esencia. Está falta de espíritu en algún ángulo de su integridad, física, mental y emocional. Por eso siempre creí fundamental completar los mapas que rigen el comportamiento y lo que hay más allá de eso. Todo tiene un por qué.

También es válido refutar la definición. Quiero decir, es probable que la historia sólo narre sucesos dignos de recordar. No todos los miembros de una historia particular sienten el mismo suceso de la misma forma. Es la otra gran incógnita de éstas líneas. Y una de las más lamentables y dolorosas, por cierto.

La oportunidad y yo nos miramos a la cara. El desafío está planteado y elegí tomarlo. Tendré que examinar en soledad cuál es la definición de historia que me corresponde.
El viaje del miedo está por comenzar.


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